Confesiones a una musa
Querida:
Te voy a compartir una cosa pero te voy a explicar antes, para que no te asuste, aunque quizá lo hago para no asustarme yo, eso nunca se sabe, la mente es puñetera. Yo tengo mis musas, tú perteneces desde hace tiempo a ese selecto club de mujeres que me inspiran, le dan poesía a mi vida y que destapan un poco de arte que ronda por ahí en mis adentros. Las musas me levantan, me rasgan las capas hasta dejar paso a la creatividad, a veces me desafían y otras me desequilibran.A veces cierran una etapa, a veces la abren, a veces transitan. A veces se idealizan,la mayoría de ellas tienen su efervescer pero también su descenso a lo terrenal.A veces se hacen terrenales para siempre y en este estado no se establece nunca ningún vínculo, a veces sí y algunas, a veces,incluso se convierten en amigas para siempre. Otras,a veces, se quedan en el limbo de lo desconocido alimentando la fantasía y la bohemia en brotes, cuando brotan. Es un patrón que se me repite desde adolescente y no me lo reprimo porque me hace disfrutar y salir,a veces, de lo común y me transporta al "y si..." que me da vidilla y me abre a ella, pero ahí se queda, en los cuerpos celestes de la grafía, normalmente. El caso es que escondo lo que escribo a las musas por miedo a tambalearme yo o a tambalearlas a ellas, o a distanciarlas o a desconcertarme/las. Pero en ocasiones siento el deseo de compartirles las palabras que ellas me despiertan, porque es bello, porque vivimos una vez y porque ¿por qué no compartir las cosas que nos provocamos? Las respuestas a eso último pueden ser múltiples y no sé quién tocará antes el pulsador de la respuesta, si el consciente o el inconsciente.
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